Querida Marca,
Cada vez hablamos menos. No es culpa tuya. Tampoco mía. Pero a la vez es culpa de los dos. Andamos siempre de lado a lado, intentando llegar a todo, cada vez con más lío – afortunadamente! – y eso nos deja sin tiempo para esas conversaciones que tanto nos gustaba tener.
Pero es que hay que pagar facturas!
Lo sé, lo sé. Pero me da rabia que ya no nos tomemos ese café – solo, largo, sin azúcar – que nos solíamos tomar todas las mañanas, porque era un rato que me encantaba. No sé cómo lo hacíamos, pero siempre nos contábamos cosas chulas que habíamos visto por ahí, compartíamos ideas, proyectos, locuras, nos resolvíamos dudas, intercambiábamos puntos de vista, enfoques, planteamientos, y todo eso nos ayudaba – a los dos – a luego aterrizar mejor las cosas, a ejecutar, que es lo que nos ayuda a pagar facturas, asegurándonos de hacerlo en la dirección adecuada.
Por eso te propongo una cosa. Cada vez que se me ocurra una de esas cosas que nos contábamos en nuestros cafés, cada vez que descubra una acción de una marca que merezca la pena comentar, cada vez que tenga una idea que crea que te puede gustar, o cada vez que vea algo que no me guste y que si estuviéramos en el bar con el café delante nos contaríamos, te voy a escribir un mail. Cortito, mucho más cortito que este. Luego ya tú lo lees o no. Eso es cosa tuya. O te los vas guardando y los lees de golpe cuando tengas un rato. Lo que tú prefieras.
Pero es que no me lo quiero guardar dentro. Y no quiero perder el contacto. Que, insisto, creo que a los dos nos venía bien.
¿Te parece? ¿Trato?
Vamos hablando.
Cuídate!
L.