Querida Marca,

durante un tiempo, cada vez que me servía un té por las mañanas en casa, ponía la mesa perdida. Además de en mi taza, llenaba de té el mantelito y una zona preocupante la mesa. No había forma de evitarlo. Era algo matemático. Empezar a servirme el té y que la jarra lo repartiera cual Salomón por taza y alrededores a partes iguales.

Esa jarra era una mierda. O eso pensaba yo. Hasta que un día, no me preguntes por qué, me lo serví des-pa-ci-to (confío en que no lo hayas leído cantando, porque esa mierda se agarra como una garrapata a tu cabeza. Mis disculpas si ya es demasiado tarde para este aviso). Y el 100% del té cayó en la taza. Mesa y alrededores 100% libres de té. Y era la misma jarra, lo único que había cambiado era mi forma de usarla.

La estaba usando mal. Yo. Pretendía forzarle a seguir mi absurdamente acelerado ritmo, cuando era yo quien tenía que adaptarme al suyo, que además era el adecuado para oxigenar el té y enfriarlo.

Ahora olvídate de que te estoy hablando de té y piensa en eso que tanto te empeñas en forzar que ocurra y que te tiene tan frustrada. Quizás estás forzando los tiempos sin darte cuenta, empeñada en adaptar todo a tu ritmo, Querida, cuando a lo mejor eres tú quien has de adaptarte al flow.

No siempre mandamos. No siempre tenemos el control. Y eso no es malo. Solo es cuestión de adaptarnos y reaprender. Y el té caerá donde tú quieras.

Buen día.

Cuídate!

L.

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